Comparto este artículo que nos hizo llegar el Dr. Héctor Escamilla, Rector de la Universidad TecMilenio.
Una de las clases que más éxito tiene actualmente entre los estudiantes de la prestigiosa universidad estadounidense de Harvard indaga en la principal meta y preocupación de la raza humana: cómo ser feliz. Es tanta la popularidad que ha alcanzado la materia de psicología positiva, definida por los propios alumnos como “el curso de la felicidad”, que el centro de estudios ha decidido compartir también los secretos de esa búsqueda con estudiantes de todo el mundo a través de internet.
El responsable de este suceso es el doctor Tal Ben-Shahar, autor del libro Ganar felicidad: descubre los secretos de la alegría cotidiana y la satisfacción duradera. El profesor explicó que su visión se centra en los aspectos psicológicos de una vida plena, incluidos temas como la felicidad, la autoestima, la empatía, la amistad, el amor, los logros personales, la creatividad, la música, la espiritualidad y el humor. Ben-Shahar dice que hay que concentrarse en cultivar la fuerza interior y los rasgos personales constructivos. Afirma que las emociones positivas son elementos clave en el desarrollo de una sólida inmunidad psicológica basada en el optimismo y la autoestima.
El profesor añade que el objetivo de la psicología positiva no es solo ayudar a superar la depresión y la negatividad, sino también asegurarse de que cada persona cuenta con las herramientas necesarias para auto-fortalecerse en el camino positivo durante su vida y ser capaz así de ser feliz. ”La felicidad no se trata de llegar a la cima de la montaña ni de deambular alrededor de la montaña: la felicidad es la experiencia de escalar hacia la cima”, sostiene.
Cuando comenzó a enseñar todo esto en Harvard, sólo ocho estudiantes se inscribieron a su clase, y dos abandonaron, pero ya en la primavera, se había corrido la voz y 800 jóvenes decidieron apuntarse. Hoy encabeza la lista de las tres favoritas del semestre.
Shahar, descubrió una vieja mentira y una nueva verdad: el éxito no nos hace felices; es la felicidad la que conduce al éxito y podemos aprender a ser felices.
Una de las conclusiones más emblemáticas de felicidad viene de un lugar inusual: las autobiografías de juventud de monjas. A fines de los 90, más de 670 monjas de la congregación Escuela de Hermanas de Notre Dame aceptaron participar en un gran estudio del alzheimer. En el llamado Estudio de monjas, ellas harían el generoso sacrificio de hacer distintas tareas, prestarse para ejercicios, exámenes y mediciones de todo tipo, les permitían a los investigadores revisar sus documentos y registros y, finalmente, donarían sus cerebros a la ciencia al morir. En la revisión de archivos, los investigadores encontraron una carta de 1930 en que la madre superiora les pedía a las monjas que escribieran una pequeña autobiografía. Ciento ochenta monjas lo hicieron y, más de 50 años después un grupo de investigadores de la U. de Kentucky recuperó los relatos y codificó las frases de contenido emocional positivo.¿Podría su disposición ante la vida predecir el futuro de las monjas? Sorprendentemente sí. En los resultados del estudio, las que escribieron más sobre estar contentas vivieron en promedio 10 años más que aquellas que las que relataron emociones negativas o neutrales. A los 85 años, el 90% de estas monjas estaban vivas, pero sólo el 34% de las menos alegres había sobrevivido.
Hemos creído largamente que es la salud, la riqueza, el éxito, lo que nos hace felices. Pensamos en la felicidad como una meta que se alcanza, como la consecuencia de factores externos que nos afanamos en conseguir. Pero Shahar, lleva décadas estudiando el tema y luego de analizar cientos de estudios -propios y ajenos- llegó a una conclusión inevitable: el éxito no nos hace felices; es la felicidad la que conduce al éxito.
Y lo coloca en cifras: sólo el 10% de la felicidad, dice, está dada por factores, como la pobreza, la riqueza, la salud o la enfermedad. “Claramente, las monjas no eran más felices a los 20 porque supieran que vivirían más”, escribe Shahar. Para él, al observar a la gente, fácilmente se puede ver la misma fórmula: si trabajas duro serás exitoso y cuando seas exitoso serás feliz. Y la gente vive pensando “si consigo la meta de ventas seré feliz”, “si subo las notas seré feliz”, “si pierdo esos kilos seré feliz”: primero el éxito, después la felicidad. Pero esta fórmula está rota. Está al revés. Cuando se consigue una meta, rápidamente aparecen otras y la felicidad se pospone hasta encontrar una conformidad que, probablemente, no existe. Luego de más de 12 años de investigación en Harvard, Shahar descubrió que la felicidad conduce y aumenta el éxito y que, más que ser una condición natural, la felicidad se aprende.
El Estudio de monjas coincide con las investigaciones de Harvard en que los estudiantes que eran más felices en su primer año de universidad tuvieron mayores ingresos 19 años después, independientemente de su riqueza inicial. También con que al predisponer positivamente a vendedores, las ventas suben 37%. “Pasa incluso con los doctores. Hemos encontrado que cuando están positivos diagnostican hasta 95% más rápido. Incluso, los niños de cuatro años hacen torres de bloques 50% más rápido cuando les han pedido que piensen en recuerdos felices previamente”, suma Shahar, enumerando algunos de los cientos de investigaciones.
Desde su oficina, donde ha diseñado la felicidad de los empleados de decenas de compañías de la lista Fortune 500, como Google, el MIT y la Unión de Bancos Suizos, el risueño Shahar explica que la felicidad lleva al éxito y lo aumenta porque el cerebro funciona mucho mejor cuando está positivo. “Tanto es así que, estadísticamente, sólo el 25% del éxito se puede explicar con el CI; el resto de los indicadores (el optimismo, el apoyo de una red social y enfrentar el estrés como un reto) está relacionado con la felicidad”, dice.
Cuando el cerebro está positivo libera principalmente dopamina, un neurotransmisor que provoca placer, y serotonina, otro que disminuye la agresión, mejorando el humor y el apego. Estas hormonas, además, encienden los centros de aprendizaje en el cerebro, que permiten adaptarse al mundo, a los distintos desafíos y resolver problemas. Shahar da un ejemplo. “Si estás estresado por una prueba y la rindes, luego de dos días no recuerdas lo que estudiaste; pero, si lo haces aprendiendo una canción que te gusta, lo recordarás por tres décadas. El sistema de felicidad permite recordar esa información”, dice. Aumentan las conexiones neuronales y el desempeño mejora un 30%.
No es todo. Las investigaciones de Shahar también llegan a otra conclusión: la felicidad es una forma de vida que se aprende y se ejercita. Lo primero que hay que cambiar es la forma de ver el trabajo, como algo que se hace sólo para ganarse la vida o el precio al que vendo mi tiempo libre. Distintos estudios han demostrado que el trabajo es más que la forma de conseguir recursos para una persona, sino también la forma en que se desarrolla, participa e interactúa con el mundo. Por lo mismo, mirar el empleo como parte de una carrera ayuda a retomar la perspectiva. Y lo mismo se puede hacer con las tareas diarias, entendiendo su funcionalidad.
Revertir el efecto Tetris
Los más viciosos lo reconocen inmediatamente. Si una persona pasa toda una tarde jugando Tetris, cuando suelte el videojuego, su mente seguirá durante horas tratando de encajar los bloques en todos los espacios que ve a su alrededor. Lo que pasa es que su cerebro, con o sin la pantalla, sigue jugando Tetris. “Es como funciona el cerebro. Se adapta a una tarea y sigue haciéndola también en otros contextos. Lo mismo pasa con el trabajo”, dice Shahar.
Muchos ingenieros y abogados, por ejemplo, se dedican a identificar errores que deben corregirse y, tal y como sucede con el jugador de Tetris, se atoran en la tarea incluso cuando hablan de su vida y sus hijos siguen buscando falencias. “Este patrón de acción no les permite ver las cosas por las que están agradecidos, lo que les gusta. Buscan los errores”, agrega. Pero este efecto se puede revertir entrenando al cerebro para hacer lo contrario.
Los distintos estudios de Shahar en Harvard y en las empresas que ha estudiado y asesorado, en más de 45 países, han demostrado que la felicidad se trabaja y, sin mucho esfuerzo, se obtiene. “La felicidad es también una ética de trabajo”, dice. En un estudio que Shahar está por publicar en Harvard hicieron que recolectores de impuestos pensaran en tres cosas por las que estuvieran agradecidos cada día por 21 días. Seis meses después, eran significativamente más optimistas, cuenta el investigador: “Su cerebro comienza a hacerlo automáticamente. Puedes empujar así la felicidad y funciona. Pero debes practicar”.
Otro esfuerzo, aún más agradable, es el de mantener las relaciones sociales lo más significativas posibles. “El apoyo social es el más grande predictor de éxito. El punto de correlación estadístico que hemos encontrado es incluso mayor al que existe entre el cáncer y fumar”, dice Shahar. No se refiere a una red social amplia y contactada, sino a una de mejor calidad. Tener una buena relación con las personas con las que trabajas, almorzar con ellas, estar cerca de la familia y hablar con los amigos. En distintas investigaciones han observado que cuando las personas están bajo presión tienden a aislarse y dedicarse sólo al trabajo. “Entonces, empiezan a comer solos, a ver menos a los amigos y la familia, y el nivel de felicidad baja enormemente, al igual que las probabilidades de éxito, algo que es muy común cuando alguien tiene un nuevo trabajo”, explica el sicólogo.
En sus trabajos con banqueros y corredores de Bolsa en Wall Street, gente que tiene muy poco tiempo disponible, la solución con mayores resultados para que no abandonen sus conexiones sociales más profundas ha sido que en la mañana, apenas abren sus correos, manden mails a dos personas que quieran, con mensajes positivos de agradecimiento. “Cuando vemos algo o lo recordamos y pensamos en ello, en nuestro cerebro se encienden las mismas zonas. Esto quiere decir que para nuestro cerebro no hay mucha diferencia entre imaginar, recordar y ver. Por lo que recordar lo bueno es tal y como vivirlo de nuevo. Duplicamos la experiencia positiva”, dice el experto.
“Mientras más inviertes y más tiempo pasas con tus amigos, familia, y almuerzas con tus colegas en el trabajo, tus niveles de productividad permanecen altos incluso bajo estrés. Es un efecto dominó. Es lo que llamamos la inversión social: no es sólo para complementar la vida, efectivamente nos hace más exitosos que la inteligencia, la belleza o cualquier otra cosa”, asegura Shahar, entusiasta.
La ley de los 20 segundos
Cuando la gente trata de crear cambios duraderos, el error más común es confiar en la fuerza de voluntad, dice Shahar. En su libro La ventaja de la felicidad, aconseja hacer los hábitos positivos 20 segundos más fácil y los malos hábitos, 20 segundos más difícil. Por ejemplo, poner todas las comidas “malas” en un estante alto y las “buenas” a la altura del brazo. Eliminar los obstáculos a sus buenos hábitos. El cerebro aprende por hábito, y siguiéndolo durante 21 días seguidos, ya habrá un aprendizaje. Lo mismo se puede hacer para mantener las relaciones sociales, pensar positivo y enfrentar positivamente los retos.
El sentido de felicidad, según el especialista, está en el interior de cada uno. Si se la busca en el sitio equivocado, se estará convencido de que no existe porque no se la encuentra allí donde se espera.enfoque está en lo interior y no lo exterior. Por ejemplo, la mayoría de la gente, sea en Estados Unidos, Asia, África, Europa o América Latina, nos concentramos en lo negativo en vez de lo positivo. Por ejemplo, debemos aprender a expresar gratitud por lo que tenemos, por el privilegio de tener una familia, comida en la mesa; hay que aprender a apreciar la vida.
También hay que mirar el fracaso desde otra perspectiva. Más allá de decir que es una catástrofe, la pregunta es qué podemos aprender. Es necesario apreciar el valor de la música, la espiritualidad y las relaciones interpersonales, porque son elementos que le otorgan valor a nuestra vida.
Se trata también de darnos permiso de ser humanos y permitirnos experimentar la tristeza, la ansiedad en determinados momentos, porque son los que nos hacen fuertes y crecer.
- No darle vueltas a las cosas.
- No quedarse pensando en lo negativo.
- Disfrutar de los momentos simples.
- Recurrir a un buen recuerdo cuando se esté triste.
- Escoger cada noche algún episodio agradable del día.
Aprecie lo positivo. Dedique unos minutos al día para agradecer el privilegio de cosas simples como disfrutar de su familia. Según Ben-Shahar, las personas que lo hacen son más felices, más exitosas y sanas.
Vea el fracaso como enseñanza. A nadie le gusta fracasar, pero busque qué pudo aprender de la experiencia.
Dedique tiempo a lo que quiere. Pregúntese: "¿Qué tiene realmente significado en mi vida?", "¿Qué es lo que más disfruto hacer?", "¿Cuáles son mis fortalezas?"
Ejercítese. La actividad física regular tiene el mismo poder que muchos antidepresivos altamente efectivos. Ben-Shahar recomienda el ejercicio especialmente a los que trabajan frente a una computadora.
No sólo es difícil ser feliz en el mundo de hoy, asegura Ben-Shahar, sino que nuestra cultura castiga y reprime la felicidad. "La religión nos dice que si sufrimos en la tierra seremos felices en la eternidad, y las personas muy felices, en general, aparecen como seres sospechosos". La misma Sicología Positiva giró hace muy poco su foco desde una disciplina preocupada de enfermedades y reparación de gente dañada, a una ciencia que intenta cultivar las fortalezas de cada ser humano. "Invertimos tanta energía mental y física en juntar dinero, en juntar cosas, en sacar adelante proyectos y tan poca en producir lo que finalmente es la divisa más importante de todas: nuestra propia felicidad", señala.
Su premisa central es que la felicidad no llega sola y hay que trabajar para conseguirla. Su segunda afirmación también es tan de sentido común que se olvida fácil: la vida es corta, es ahora y la felicidad es la suma de momentos placenteros y significativos que tengamos. Mientras más de esos momentos logremos tener en nuestra vida cotidiana, en el día a día, más felices seremos. En su libro Happier, Ben-Shahar afirma que el gran error contemporáneo es trabajar dura y desagradablemente por alcanzar "un momento", un "proyecto" de felicidad. Sacrificamos así horas valiosas de nuestra vida para eso, y todos los científicos demuestran que cuando "eso" llega –un matrimonio, una hijo, un título, un premio– la felicidad del logro dura entre seis meses y un año, y luego todos, indefectiblemente, volvemos a alcanzar nuestra felicidad o infelicidad promedio. Por eso, Ben-Shahar no habla de cómo ser feliz, sino de cómo puedo ser más feliz aquí y ahora.
LA HAMBURGUESA DE LA FELICIDAD
Ben-Shahar usa la hamburguesa para graficar las cuatro maneras en que afrontamos la vida. Cuando comemos una hamburguesa con mucha grasa, dice, sabemos que a largo plazo eso no nos hará felices, pero en el momento sí. O sea, beneficio presente versus perjuicio futuro. Esta es la hamburguesa hedonista. Esta actitud repetida durante la vida forma personas hedonistas, aquellos que sólo buscan el placer inmediato aunque sacrifiquen su beneficio futuro.
La otra es la hamburguesa vegetariana, dice Ben-Shahar. El que sacrifica el sabor y el placer inmediato porque está concentrado en su bien futuro. Podría parecer el tipo más sensato, pero no es lo "más feliz que puede ser", porque en el fondo lo pasa mal toda la vida, subordinando constantemente el presente por un futuro que no sabe si va a llegar. Este es el rat racer: el trabajólico que no disfruta lo que está haciendo. Lo pasa mal para, después, pasarlo bien. El rat racer es el prototipo más peligroso, porque encuentra gran aprobación social: sacrifica su vida por una gran meta. Se confunde con el arquetipo exitoso, los pares lo felicitan porque ha logrado su objetivo y nadie pregunta cómo lo pasó en el proceso. "La sociedad premia los resultados, no los procesos; las llegadas y no el viaje. Cuando alcanzamos el objetivo y llegamos a la meta experimentamos un alivio que confundimos con felicidad", señala Ben-Shahar. Y el alivio, dice, es una felicidad negativa pues proviene de la ausencia de stress, dolor o ansiedad, presupone una experiencia negativa anterior y, además, es temporal y su efecto dura poco.
"El rat racer, al confundir alivio con felicidad, continua inventándose objetivos por los cuales luchar, creyendo que cuando los consiga podrá ser feliz de nuevo". Esto es como meter la cabeza a la tina y estar feliz porque al sacarla uno puede respirar de nuevo, ejemplifica en su libro. "Cuando sienten que no llega la felicidad que esperaban piensan que llegará en la próxima promoción, con la próxima compra, en el próximo triunfo. Y la felicidad está mucho más determinada por nuestro estado mental que por nuestra cuenta bancaria o nuestros ascensos en la oficina.
Está extensivamente demostrado que una vez que las necesidades de abrigo, techo y comida están satisfechas la plata adicional no hace diferencia en los niveles de felicidad de nadie". La peor hamburguesa es la del nihilista, el que cree que la vida no tiene sentido, que la felicidad no existe. Víctima del abandono aprendido, en un laboratorio el nihilista es la rata que ya no arranca porque sabe que igual le va a llegar el choque eléctrico y cree que nada puede hacer al respecto. El nihilista se come una hamburguesa mala, se queja por la comida chatarra y más encima sabe que le hará pésimo a futuro, pero piensa que en estos tiempos no hay alternativa: perjuicio presente y futuro. Habría, según el autor, una hamburguesa equilibrada, sana para el presente y sin perjuicios futuros: el arquetipo de la felicidad.
Ben-Shahar afirma que la felicidad es un estado formado por dos emociones primordiales: el placer inmediato y la noción de significado o trascendencia. Una vida feliz se compone de actividades que complementan estas cosas y otras que las combinan. ¿En qué nos pasamos la mayor parte del día? ¿En actividades que nos dan placer inmediato? ¿O en cosas que le dan trascendencia y significado a nuestra vida?
Varios estudios que el sicólogo cita en Happier demuestran que la mayor cantidad de horas de nuestra vida la pasamos en ninguna de las dos. Por eso, propone sentarse y hacer cada tanto una tabla donde listemos las actividades del día, la cantidad de horas que pasamos en ellas y cuánto placer o cuánto significado nos dan. "Es cierto, hay actividades inevitables que no nos darán ni placer ni significado, como pagar los impuestos", pero hay muchas otras como ver insatisfecho tres horas de TV que sí podemos evitar, o pasar tres horas en traslado si podemos cambiarnos de casa".
Por lo tanto, dice, para ser más felices hay que aumentar las horas que pasamos en aquello que nos da placer o significado, y disminuir las otras. La tarea es hacerlo. Pero el profesor no es perfecto. -¿Qué es lo que usted no logra bajar en su propia tabla semanal? -Contestar e-mails.
Ben-Shahar enseña en sus clases que, si nos convencemos que la felicidad es el bien más preciado, es necesario ritualizar lo que nos hace feliz. "Las personas a veces se resisten a ritualizar cosas porque creen que esto les quitará espontaneidad o creatividad en la vida, sobre todo cuando se trata de ritualizar actividades familiares o de pareja, pero si no lo hacemos no llegamos a las cosas. Vivimos reaccionando a las demandas de los otros… no hay que olvidar que los individuos más creativos: artistas, pintores, escritores, empresarios, siguen rituales constantemente".
Los rituales propuestos en Happier parten con el simple ejercicio de escribir cada día antes de dormir las cinco cosas que nos hicieron felices ese día, cosas por las que nos sentimos agradecidos. Un estudio que cita Ben-Shahar en su libro demostró que las personas que tienen un rito de gracias cada día gozan de mejor nivel de satisfacción física y emocional. "Las personas religiosas, en general, son más felices que las no religiosas. Una de las razones es que ellas experimentan la espiritualidad, muy importante para la felicidad. Sin embargo, la espiritualidad no es exclusiva de las religiones. Basta con encontrar un sentido de trascendencia a lo que uno hace. Un inversionista de la bolsa que está ahí por las razones correctas, puede llevar una vida mucho más espiritual y satisfactoria que un monje que está en el convento por las razones incorrectas", responde Ben-Shahar. Además, las personas religiosas se sienten parte de una comunidad. Otro componente de la felicidad. -¿Cuánto se parece "estar feliz" a "estar en paz"? -Hay muchas cosas similares, usualmente la gente más feliz está en paz y viceversa. Sin embargo, no son lo mismo. Por ejemplo, me hace muy feliz enseñar, pararme en un escenario y compartir lo que me importa, pero no me siento particularmente en paz así. Estoy excitado, entusiasmado, con ganas, y eso también es ser feliz.
"El hecho de que la Sicología Positiva se esté volviendo tan popular en el mundo –no sólo en Harvard– es un signo de que la gente está hambrienta por tener un cambio en su manera de vivir la vida", asegura el sicólogo. Por ahora, recomienda él, se puede partir con un simple ejercicio: "Nunca más se pregunte si es feliz, pregúntese mejor: ¿soy más feliz que hace cinco años? ¿Qué podría hacer para ser un poco más feliz hoy que ayer? Esa pregunta establece la felicidad como un proceso". Así parte cada uno su propia revolución de la felicidad.
Los consejos del profesor
Darse permiso para ser humano. Cuando aceptamos las emociones –miedo, tristeza, ansiedad– como algo natural es más fácil superarlas. La felicidad está justo en la intersección entre significado y placer. La mejor actividad es esa que disfrutamos en el momento que la hacemos y que además le da significado a nuestra vida. Aumentar estas actividades aumenta la felicidad. La felicidad depende principalmente de la disposición mental de cada uno, no en el estatus ni en la cantidad de plata en la cuenta corriente (una vez satisfechas las necesidades básicas)
Con excepción de circunstancias extremas, nuestros niveles de satisfacción están determinados por dónde queremos enfocar la mirada: el vaso medio lleno o el vaso medio vacío. Simplificarse. Estamos demasiado ocupados tratando de apretar actividades en agendas que no alcanzan. La cantidad afecta negativamente la calidad. Cuando hacemos demasiadas cosas sacrificamos nuestro nivel de felicidad. Agradecer siempre que pueda. Damos demasiadas cosas por contadas, incluso el propio hecho de estar vivos. Aprender a mirar y apreciar las maravillas de la vida desde las personas hasta la comida elevan los niveles de felicidad.
Antes de convertirse en sicólogo y maestro de la felicidad, Ben-Shahar sufría de una constante insatisfacción con su vida. En esos años estudiaba Ciencias de la Computación en Harvard, era un atleta que ganaba premios, tenía amigos y una novia. Pero era infeliz.
–No había una razón real que yo pudiera entender. Pensaba: cuando entres a una buena universidad, serás feliz. Y llegué a una buena universidad y fui feliz por un mes y luego retrocedí. Luego me dije cuando gane el campeonato de squash, y ganaba el campeonato y era feliz por un mes. Cuando tenga una novia, pensaba, y tenía una maravillosa novia que me hacía feliz por un mes y luego retrocedía a como me sentía antes. Todo el tiempo pensaba que la próxima cosa me haría feliz, pero eso nunca ocurría. Entendí que algo marchaba mal no con mi vida vista desde fuera, sino desde dentro.
Dejó las ciencias de la computación y comenzó a estudiar filosofía y sicología, específicamente la sicología positiva. La estudió diez años: recién entonces supo qué le ocurría.
–Entendí que el éxito externo tiene muy poco que ver con la felicidad en el corto plazo, porque rápidamente volvemos a sentirnos como nos sentíamos antes.
–Y el dinero, por ejemplo, ¿hace la diferencia?
–Alguna gente cree que si gana la lotería serán felices por el resto de sus vidas, pero hay estudios que indican que los hace felices por cerca de tres meses. Para gente que no tiene plata para comida, que no tiene casa, que no tiene para una educación mínima, ganar más dinero influye en su felicidad. Pero cuando tenemos cubiertas nuestras necesidades básicas, el dinero adicional contribuye muy poco. La pregunta es ¿qué nos hace felices?
En su bestseller Happier definió la felicidad como una combinación entre significado y placer. "Si trabajo en algo que es significativo para mí, si siento que es importante, si creo que hace la diferencia, y si además disfruto de mi trabajo y experimento placer, entonces, mi trabajo me entrega felicidad", ejemplifica. Si lo que hacemos es sólo significativo o sólo placentero, aquello no es suficiente para sostener la felicidad, postula Ben-Shahar, al tiempo que precisa que es imposible experimentar significado y placer todo el tiempo, "pero si lo experimentas la mayor parte del tiempo, es una relación feliz".
–Usted ha escrito que hay una relación entre religión y felicidad. ¿Ser religioso influye en la felicidad personal?
–En general, cuando observas las investigaciones, la gente religiosa generalmente es más feliz que la no religiosa. La religión entrega significado: sé por qué me levanto cuando despierto en las mañanas, sé lo que estoy haciendo cuando voy a la iglesia los domingos. Sabemos que la gente que expresa gratitud es más feliz que la que no lo hace, y en la religión hay un mecanismo interno, que te conduce a la gratitud.
–Entonces, para los ateos es más difícil ser felices.
–Sí, porque no tienen un mecanismo regular, como sí ocurre con la religión. Un buen predictor de felicidad son las relaciones cercanas con gente de las que nos preocupamos, ya sea mi pareja romántica, mis padres, mis hijos, mis mejores amigos. La religión nos provee de un grupo. Pero no debo ser religioso para tener estas cosas. Puedo encontrarle sentido a la vida si encuentro un trabajo con significado.
–Hay quienes plantean que luego de un gran dolor es posible valorar la vida y ser más feliz que antes.
–En estudios en enfermos terminales, en gente con cáncer a quienes les dan entre 3 a 6 meses de vida, muchos de los encuestados declaran que por primera vez se sienten vivos. Porque por primera vez aprecian respirar, una caminata en medio de los árboles, una flor, los amigos cercanos que tienen.
¿Necesitamos esperar? ¿Esperar algo a veces muy trágico para valorar que la felicidad está dentro de nosotros y alrededor de nosotros? No, si cultivamos la capacidad de gratitud.
Ben-Shahar cita constantemente estudios que avalan su planteamiento: "hay investigaciones", asegura, "que muestran que la gente que escribe una lista de cinco cosas por las cuales debe agradecer es gente más feliz, más optimista, más exitosa, físicamente saludable, más simpática y más generosa con los demás". Bastaría, plantea, sólo con hacer foco en aquello bueno que nos sucede.
–¿Existen países más felices que otros, como aseguran diversos estudios?
–Los que tienen políticas de libertad, las democracias, son más felices que aquellos que viven en dictadura. Países donde la mayoría de la gente tiene sus necesidades básicas satisfechas (comida, techo, educación), son más felices. La razón por la cual los países latinoamericanos son más felices es porque las familias son muy valoradas. En los Estados Unidos, la gente se ha vuelto menos feliz porque hay menos énfasis en las familias, están enfocados en el éxito, en el trabajo, en conseguir un ascenso, en tener más dinero. Tienen menos tiempo para pasar con sus familias, menos tiempo para estar con sus amigos. En países como Chile o como Israel, donde yo vivo, es más importante tener tiempo de calidad con la gente que se quiere.
–¿Es posible que los países mantengan sus índices de felicidad en medio de una crisis económica?
–Estudios recientes en Estados Unidos, en gente que ha perdido su trabajo, muestran que los que hablan de eso, no inmediatamente pero sí al tiempo se sienten mejor y están más dispuestos a encontrar trabajo antes. Están dispuestos a aprender de la experiencia y expresar sus emociones. En los momentos difíciles, ya sea las crisis económicas o cuando uno pierde a un ser querido o cuando termina una relación, es importante experimentar las emociones, ya sea escribiéndolas, conversando, expresando el dolor en vez de reprimirlo dolor. Cuando lo hacemos, estamos más dispuestos a superar el problema y a recuperarnos. No creo que las cosas ocurran para mejor, sí creo que alguna gente es capaz de hacer lo mejor a partir de las cosas que ocurren. Que las cosas pasen para mejor es una aproximación pasiva. Sacar lo mejor de las cosas que pasan es una aproximación activa. Tomas el control.
–En ese sentido, ¿es posible que las naciones encuentren un discurso que apele a la felicidad?
–El mensaje de Barack Obama, por ejemplo, era una palabra: esperanza. La esperanza o el optimismo están asociados a altos niveles de felicidad y éxito. De hecho hay estudios que muestran que políticos que hablan de optimismo con significado tienen más éxito. Basta pensar en Martin Luther King, su discurso Yo tengo un sueño fue muy poderoso. La gente los sigue. ¿Qué han vendido los grandes líderes de la historia? Esperanza. Fe. Los líderes capaces de construir estos discursos son capaces de elevar los niveles de felicidad.
RITUAL PARA NIÑOS FELICES
Tal Ben-Shahar plantea que, si bien una infancia feliz puede incluir en una adultez feliz, aquello no es del todo categórico. "Aunque tengamos la mejor infancia y los mejores padres, igual experimentaremos dolor en nuestras vidas, porque somos seres humanos. Cualquier persona puede ser más feliz. Si tenemos una infancia infeliz, por nuestros genes o porque tuvimos experiencias difíciles, podemos también llegar a ser más felices".
–¿Es posible entregar a los niños herramientas para que sean más felices?
–Cada noche antes de irse a dormir le pregunto a David, mi hijo mayor de cinco años, ¿qué fue divertido hoy? Él me responde y me pregunta y a ti, ¿qué te divirtió? Es un ritual, un hábito que hacemos todas las noches. Alrededor de la mesa de la cena, uno debe preguntarles qué cosas del día estuvieron difíciles y qué fue lo bueno. Aprenden a ver la realidad como un todo. Quejarse es importante, pero también lo es apreciar lo bueno.
Es muy importante hablarles del esfuerzo que conlleva trabajar duro, más que decirles eres tan inteligente, tan talentoso. Porque cuando les decimos eso ponemos presión en ellos y comienzan a sentir miedo de fallar. Si le dices has puesto esfuerzo en esto, y luego fallan, no importa: trabajarán incluso más. Estos errores los cometen los padres con muy buenas intenciones. Lo mismo ocurre si ni lo hacen bien. Si no les va bien, debes decirle no trabajaste lo suficiente, puedes hacerlo mejor si pones más esfuerzo. Se trata de poner el foco en el viaje más que en la meta.
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