domingo, 22 de agosto de 2010
sábado, 21 de agosto de 2010
Diez caminos de virtud
Se acaban de publicar en inglés los Ensayos del gran poeta Zbigniew Herbert. El libro contiene Naturaleza muerta con brida, publicado en español por el Acantilado y muchos otros textos en prosa. Entre ellos, este texto breve que Jesús Silva-Herzog Márquez traduce:
Diez caminos de virtud
- Nunca debe buscarse la ayuda de los dioses, ni en los casos más extremos. Es posible que estén ocupados; importunarlos puede provocar consecuencias funestas. Además, es dudoso que un comunicado humano pueda llegar a sus oídos, por aquello de avalanchas y la explosión de decibeles, por no hablar de las tormentas magnéticas.
- Debe amarse a los dioses porque purifica el corazón.
- Hay buenos indicios de que el respeto a los padres, el cuidado a los pobres, los viejos y los huérfanos, así como el cariño por los animales es apreciado por los Inmortales.
- Se puede rezar en cualquier parte. El peor lugar son los templos. Son muy tiesos.
- No mates a nadie. Trata de pensar bien de la gente y préstale virtudes de vez en cuando. Nunca difames, que es la forma más despreciable de asesinato.
- En el amor sensual, evita el exceso, pero también los escrúpulos innecesarios. Una pareja de amantes felices es mejor y más natural que un enredo de neurasténicos exquisitos. Especialmente en la versión con hijos, obligados a contemplar el espectáculo de los tormentos diarios de sus progenitores.
- Trata de ser feliz porque sólo los felices pueden hacer felices a los demás.
- Se puede robar cuando es necesario para sobrevivir. Pero no debe uno hacer de eso una ideología.
- Evita las ideologías que prometen la liberación final de la Humanidad. Dotados de una partícula de libertad, debemos, por el contrario, limitarlas por el bien de nuestro vecino.
- Solamente hay pecados espirituales. Los pecados de la carne llevan dentro su propio castigo: la parálisis progresiva de los lujuriosos, el corazón inflado de los glotones y el pie plano de los soplones.
lunes, 16 de agosto de 2010
viernes, 6 de agosto de 2010
Polibio, historiador romano
Al pueblo ateniense le ocurre siempre lo que a una nave sin capitán. En efecto: en las naves, mientras los marineros se incitan a no promover discordias y a obedecer al piloto, ya sea por el miedo que les infunda el estado de la mar o la proximidad del enemigo, todo el mundo cumple su deber estupendamente; pero, cuando toman confianza y empiezan a desdeñar a los que ejercen el mando y a disputar defendiendo opiniones contrapuestas, en tal caso unos marineros prefieren proseguir la navegación, otros instan al piloto a que fondee la nave, otros pretenden desplegar las velas, otros quieren impedirlo a brazo partido y les mandan dejarlas. El espectáculo es vergonzoso para los que lo contemplan desde fuera, por las diferencias y disputas surgidas entre los marineros, que además convierten en arriesgada la navegación para todos. Más de una vez, navegantes que han superado los mares más vastos y los temporales más formidables naufragan cerca de la costa o en la misma bocana del puerto. Esto es lo que con frecuencia ha sucedido al estado ateniense: después de haber vencido las más grandes y terribles peripecias por la bravura del pueblo y la de sus jefes, en los intervalos pacíficos se ha hundido, al azar, incomprensiblemente. [Polibio, Historias, Libro VI, págs. 205-209. Biblioteca Clásica Gredos, 43. Madrid, 1981]
Artículo completo de Héctor Aguilar Camín
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