domingo, 9 de octubre de 2011

Hay que orientar la indignación: Savater



A 20 años de la edición de Ética para Amador, el filósofo habla sobre su vigencia, así como la necesidad de reforzar la educación y la participación política para combatir la violencia.
Ética para Amador, uno de los libros más conocidos del filósofo español cumple 20 años de haber sido publicado. Dedicado a su hijo Amador, en nueve capítulos aborda el paso por la historia de la moral, la ética y la filosofía con un lenguaje accesible que busca acercar los temas filosóficos a los jóvenes.

Al preguntarle sobre la vigencia de esta obra, Savater responde que “creemos que estamos viviendo una vida inédita y en cierta medida lo es. Por otra parte las coordenadas generales, los seres humanos desde las cavernas han vivido en la tecnología: antes con una tecnología rudimentaria y ahora muy avanzada, que seguramente en cien años parecerá rudimentaria. Respecto a acontecimientos históricos, siempre están pasando cosas que no habían pasado antes. Las guerras, cruzar el Atlántico en vela, etcétera. La reflexión moral es una reflexión sobre lo que podemos hacer en las circunstancias en que vivimos”.
¿Cuál fue su intención en Ética para Amador?
Yo evité dar unos reglamentos, lo que trataba era decir que había que reflexionar sobre lo que hacíamos. Ni pierde vigencia ni puede perderla puesto que se refiere a cuestiones generales del ser humano. Hay en el mundo movimientos y revueltas sociales en muchas regiones del mundo.
Uno de estos movimientos es el de los “Indignados” en España, a quienes usted en un artículo reciente les pedía menos lloriqueo y pataleo y más comprensión y luego acción; más Spinoza y menos Hessel. ¿A qué se refería con ello?
Hay razones sobradas para no estar contento y para protestar, pero lo que es interesante es que, sin ser jóvenes, decidan reunirse, hablar y decidir qué podemos hacer como ciudadanos. […] A veces pasa que se busca a un villano responsable de todos los males y se le ve al político como una especie de raza alienígena que llega en una nave para torturarnos; en vez de alguien que tiene que ver con nosotros, con nuestra pereza para elegirlos. […] La indignación es un primer momento, pero no basta, hay que orientarlo en otro sentido.
¿Hacia dónde se orienta? ¿Se debe integrar a ese sistema político? ¿Se debe destruir ese sistema para inventarse otro?
Destruir el sistema político es imposible, porque es como decir que vamos en una nave en medio del mar y está goteando y a nadie se le ocurriría decir vamos a destruirla y luego vamos a hacer una nave nueva porque vamos subidos en ella. Tampoco podemos parar en un puerto, parar diez años para repararla y luego seguir. Tenemos que arreglar la nave a la vez que vamos navegando en ella. Eso obliga a una participación política. […] No hay más remedio que hacer política, si los ciudadanos no hacen política, otros harán política en su lugar quizá contra ellos. No hay sistema político sin defectos, no hay una democracia que nunca haya tenido problemas.
¿Qué tanta falta nos hace la enseñanza de la ética en un país que cada vez se acostumbra más a ver como normal las noticias de cuerpos desmembrados y cabezas tiradas en lugares públicos?
Sí es verdad que una forma de luchar contra la violencia es la educación […] enseñar cómo funcionan los procesos democráticos, cómo podrían mejorarse, cuáles son las responsabilidades de un ciudadano dentro de ellas. Si en vez de recibir esa educación, lo que reciben los jóvenes es una mitificación de la violencia, cuando se presenta al capo como quien tiene el poder, las mujeres y el prestigio social… todo eso actúa como una contraeducación. Por eso pienso que es importante que haya en los estudios básicos una asignatura que trate acerca de cómo se convive en sociedad y cuáles son nuestras contradicciones y dentro del cuál tenemos que ejercernos para mejorar. Si la educación no es la solución de todos nuestros problemas; en la solución de cada uno de nuestros problemas siempre hay un componente de educación.
¿Cómo se ve México desde fuera? ¿Qué diferencia le encuentra entre el país de hoy y el de hace cinco años?
He visto que mientras Colombia iba hacia lo que fue México hace veinte años; México va hacia lo que era Colombia hace 20 años. La cruzada contra la droga ha producido esos efectos. Casi todos mis pronósticos políticos fallan estrepitosamente, tengo una bola de cristal de muy mal rendimiento. Pero hace casi 30 años yo dije que las democracias latinoamericanas no lograrían acabar nunca con la droga, pero que podía ser que la droga acabara con las democracias latinoamericanas. […] Lo cierto es que para luchar contra el gansterismo no hay más remedio que luchar contra sus fuentes económicas. Mientras siga habiendo la prohibición y la persecución de la droga, sigue alimentándose el ciclo económico del cual provienen los gastos.
¿Qué peligro corre de contaminarse un ciudadano al insertarse al sistema político? Y, por otro lado, ¿qué riesgo tiene el sistema al integrarse los ciudadanos a la toma de decisiones?
En una democracia, queramos o no, todos somos políticos. La idea de que los políticos son una casta y el resto de los ciudadanos son otra es un infundio, no es real. El sistema político es lo que nosotros permitimos que sea y si el sistema político es malo, peor somos nosotros que no lo cambiamos, que no luchamos contra sus males. Los ciudadanos libre pensantes deben ser conscientes de la obligatoriedad de su participación en la política. Un ser pensante tiene que ser político; como decía Aristóteles, somos animales políticos. Los que son antipolíticos recibían en Grecia un nombre contundente, pero adecuado: idiotez. El idiota era el que creía que podía vivir al margen de la política, el que cree que puede inventar su propia norma eso es efectiva y literalmente una idiotez.
Guadalajara. Ignacio Dávalos
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